«La irrupción del prepago en el mercado español es una tendencia en línea con el comportamiento del mercado en otros países, donde el prepago cuenta con una amplia base de usuarios». Con este argumento ‘de peso’ justifica La Caixa su nueva ofensiva para tratar de maximizar las ventas de su tarjeta Money2Pay, el soporte prepago que la entidad va a distribuir entre los establecimientos colaboradores con Disashop para optar a captar 3 millones de potenciales nuevos clientes. Gasolineras, locutorios, centros comerciales… CaixaBank sale de sus sucursales habituales para invadir casi todo el espacio público comercial en España.
La operativa es sencilla. En estos establecimientos el usuario podrá encontrar una tarjeta prepago Money2Pay que podrá recargar, a través de diferentes canales, para efectuar pagos con ella como si se tratase de un abono de transporte público u otro tipo de tarjeta monedero. Según el banco, «el cliente elige la cantidad de dinero de la que quiere disponer en la tarjeta y puede efectuar la recarga a través de múltiples canales, como cajeros, web, oficinas de La Caixa y establecimientos Disashop».
Supuesta comodidad
Según dice la entidad, el sistema ofrece a los usuarios la ventaja del control del gasto y la flexibilidad, ya que la tarjeta está operativa desde el momento que se compra, y no es necesario que el cliente tenga cuenta bancaria en La Caixa para contratarla. Pero claro, lo que no se cuenta es lo que cuesta este servicio, y desde ADICAE está muy claro: la tarjeta de prepago Money to Pay de Caixabank es muy cara y no ofrece seguridad. La principal característica del producto, según el contrato, está en que impone unas comisiones a un coste muy elevado.
Tanto es así, que para empezar a operar es necesario apartar ya al menos 20 euros. El coste de emisión de la tarjeta es de 7 euros; podrá comprarse y recargarse en diferentes establecimientos. Por gestión y custodia de saldo la entidad cobrará una cantidad de 10 euros al año. También hay una comisión de mantenimiento, que se cargará contra los fondos de la tarjeta, cuya periodicidad y cuantía establecerá el banco según el tipo de tarjeta elegido. Y cada vez que se cargue la tarjeta el usuario deberá pagar una comisión más.
Hay más gastos: si es preciso sustituir la tarjeta, el usuario deberá asumir un coste de 4 euros. Si el consumidor no realiza ninguna operación con la tarjeta durante 6 meses, tendrá que soportar una comisión de 5 euros al semestre. Si el usuario quiere recuperar el saldo disponible de su tarjeta tendrá que pagar unos gastos de reembolso de 10 euros. Y habrá también comisión por estampar las tarjetas con imágenes elegidas por el consumidor, por gastos por correo por las comunicaciones realizadas, y también por sacar dinero en cajeros automáticos.
Esto implica un sobrecoste por un servicio que, además, puede ocasionar problemas. El prepago con tarjeta es una forma de pago que conlleva riesgos, que no está suficientemente bien regulado en España, en algunos establecimientos no es necesario presentar ninguna documentación y la tarjeta es completamente anónima. En fin, se trata de una tarjeta con numerosas comisiones, que resulta muy costosa y no supone ninguna novedad en cuanto a utilización, pues ofrece posibilidades similares a las tarjetas de débito de cualquier entidad bancaria.