Esta es la pregunta que posiblemente se hagan todos los consumidores antes de lanzarse al mundo de los productos de ahorro. No es una cuestión baladí, sobre todo, cuando lo que está en juego es el duro esfuerzo de aquellos hogares que consiguen ahorrar, que no es fácil, en este panorama de incertidumbre socioeconómica.

La tasa de ahorro bruto de las familias registró en 2020 un fuerte repunte. Una subida vinculada, en gran medida, a la caída del gasto como consecuencia de la dificultades para hacerlo en este contexto de pandemia y restricciones. Una tormenta perfecta para dar salida a nuestro dinero y de paso garantizarnos un plus de cara al futuro.

Las entidades bancarias han pasado y están pasando por un momento complicado. Bankia con las preferentes o Banco Popular con su resolución fraudulenta han llevado a la ruina a miles de consumidores, personas de a pie que confiaron en su banco para ver rentar sus ahorros. Consumidores a los que ADICAE defiende desde hace años ante estos abusos.

La constante salida a la luz pública de casos de fraude financiero hacia los pequeños ahorradores ha aumentado la desconfianza y recelo hacia las entidades. Todos esos casos han llevado a la banca a potenciar su mala imagen. Sin embargo, en un momento de transformación del modelo bancario, la seguridad de las inversiones se está convirtiendo en el mejor aliado para volver a captar la confianza de los clientes.

La idiosincrasia de ‘el dinero mejor debajo del colchón’ aún está vigente. Bajo esta premisa, nuestro efectivo no se va multiplicar y no aumentaría su rentabilidad, pero sin duda tenemos la seguridad de disponer de él en su totalidad. Así se comportan la mayoría de los consumidores que se atreven con los productos de ahorro. Prueba de ello, es el informe ‘Evolución de los flujos y de los balances financieros de los hogares y de las empresas no financieras en 2020’ publicado por el Banco de España.

En este estudio queda reflejado que en 2020 la inversión de nuestros ahorros en depósitos sigue siendo la opción favorita. Favorita, por la seguridad que reporta a los consumidores, que no es poco, teniendo en cuenta el historial de la banca. Son activos que suponen menos riesgo para el pequeño ahorrador, que en caso de quiebra del banco cuenta además con el fondo de garantías.

Menos rentabilidad que otros productos más arriesgados, por supuesto, pero queda patente que prima más la seguridad de tener tu dinero a buen recaudo. Si analizamos el recorrido de todos los productos de inversión de los últimos cinco años, los depósitos siempre han partido con ventaja. Han sabido ganarse el apoyo de los consumidores que los han ido eligiendo cada vez más en este último lustro, de manera que el peso del depósito en la cartera de ahorro de los consumidores ya se acerca al 40%.

Los depósitos han sido los favoritos en detrimento de otros activos de ahorro como las acciones y otras participaciones. Los fondos de inversión y los planes de pensiones también tienen su público pero entramos, sin duda, en un perfil de un ahorrador más especializado y consciente de los riesgos que asume en aras de mayor rentabilidad.

A la hora de elegir una opción u otra, también hay que tener en cuenta el nivel de conocimientos financieros que ostenta el ‘futurible’ ahorrador. La sociedad en términos generales va poco a podo aprendiendo de los errores del pasado y los relacionados con el sector bancario tienen una sombra muy alargada. Miles de ahorradores perjudicados por malas decisiones teledirigidas por la ‘buena fe de la banca’ y que ahora confían más en su primitivo instinto ahorrador que en la avaricia de conseguir más.

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