La salida de las cajas al parqué tiene su origen en un decreto aprobado en febrero de este año por el cual los bancos y cajas que no logren sanear sus cuentas con fondos privados, serán nacionalizados temporalmente, entrando a formar parte de ellos el Estado como accionista. Para evitar la aportación pública tienen hasta el otoño, motivo por el cual están lanzándose a Bolsa.

Lanzamiento que se está haciendo en forma de bancos, y en general con nuevas marcas, que surgen de la unión de varias cajas de ahorro. Así, las cajas (que en realidad ya operaban como bancos) han de completar la transformación para poder cotizar en Bolsa. Por ejemplo, Bankia reúne a las antiguas Caja Madrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caja de Ávila, Caixa Laietana, Caja Segovia y Caja Rioja. Por su parte, Banca Cívica aúna a Cajasol, Caja Navarra, CajaCanarias y Caja Burgos. De forma bastante distinta ha surgido, sin embargo, CaixaBank, que surge de la reestructuración de La Caixa, como nueva denominación de la antigua Criteria, que ya operaba en Bolsa.

 ]Una inestabilidad que se han buscado ellos mismos 

La CNMV ha aprobado ya los folletos de salida a Bolsa de Bankia y Banca Cívica, por lo que se espera que ambos bancos comiencen a cotizar en Bolsa a mediados de mes. Aunque, en principio, se databa la salida a Bolsa de Bankia entre el 15 y el 20 de julio, y Banca Cívica barajaba hacerlo un poco antes, entre el 14 y el 15 del mismo mes, finalmente ambas saldrán al parqué al mismo tiempo, el día 20 de julio. Por su parte, CaixaBank inició su cotización el pasado 1 de julio.

En general las cajas justifican el éxito o fracaso de su Oferta Pública de Suscripción (OPS), o lo que es lo mismo su salida a Bolsa, en la situación de incertidumbre del mercado por el nuevo e inminente rescate a Grecia y la crisis económica, pero lo cierto es que esta inestabilidad tiene precisamente su origen en el sistema financiero, quien la ha provocado y alimentado. ¿En qué debemos fijarnos a la hora de decidir si debemos comprar acciones de alguna de las cajas o en ninguna de ellas?

 Un ahorro no tan popular 

Las cantidades disponibles para los consumidores son distintas en cada caso. En Bankia pueden comprarse entre 1.000 y 250.000 euros, mientras que en Banca Cívica el mínimo es de 2.500 euros y el máximo de 250.000 euros, es decir, esta segunda es menos accesible para bolsillos más ajustados, situación en la que se encuentran gran parte de los consumidores. En el caso de CaixaBank, la inversión mínima por partícipe se fijó en 500 euros y el tope máximo, en 100.000 euros.

 Resulta extraño que los clientes de toda la vida, esos con cuyos ahorros se ha constituido el capital de las cajas de ahorros, deban ahora pagar para participar del negocio financiero de su caja de siempre y, lo que es más, en las mismas condiciones que el resto

Otros aspectos a tener en cuenta son el precio de las acciones y el descuento sobre el precio en libros (el que aparece en la contabilidad de la empresa). Precisamente, nos están vendiendo los grandes descuentos con que se están lanzando a Bolsa, como una oportunidad única que no deberíamos dejar pasar. Pero, en la práctica, hay muchos más aspectos a tener en cuenta y un alto descuento por sí solo no garantiza una inversión rentable. Una vez aplicado el descuento, el precio por acción será de entre 4,41 y 5,05 euros en el caso de Bankia, y de 2,7 y 3,8 euros en Banca Cívica.

En cualquier caso, una vez que las acciones de Bankia y Banca Cívica hayan salido a Bolsa el 20 de julio se espera que se vuelvan a ajustar los precios, a la baja o al alza. Una caída de los precios de las acciones una vez que éstas salgan a Bolsa ofrecería posibilidades interesantes de adquisición de las acciones a un precio más barato que el ofrecido inicialmente en la OPS, por lo que de darse este escenario sería conveniente para los consumidores no comprar acciones hasta que se produjera efectivamente la salida a bolsa. De hecho, tres de cada cuatro OPS realizadas este año han cotizado por debajo del precio que se ha pagado previamente por sus acciones.

 ¿Pueden asegurarnos buenos dividendos? 

No obstante, como decíamos antes, hay muchos más factores en los que deberíamos fijarnos para saber si realmente nos interesa comprar acciones o si la realidad que subyace tras la publicidad de este producto aconseja que no invirtamos ni un euro. Así, por ejemplo, además del precio de las acciones, hay que tener en cuenta cuáles serán los repartos de dividendos anuales, es decir, el porcentaje del beneficio que se destinará a pagar a los accionistas y que repercutirá directamente en nuestro bolsillo.

En principio, según su folleto, Banca Cívica tiene la intención de distribuir un dividendo aproximado de un 30% del beneficio distribuible, aunque se cubre las espaldas diciendo que no puede garantizar que en el futuro pueda ser capaz de pagar dividendos ni que éstos ronden esta cifra. En el caso de CaixaBank, se ha hablado también de “una política sostenida de buenos dividendos”. Sus accionistas sólo tienen la garantía de que cobrarán al menos los 23,1 céntimos por acción que hasta ahora pagaba Criteria, unas cifras que aún no se han atrevido a revisar, conscientes de que “la bolsa unas veces sube y otras baja”.

 ¿Cómo va a ser el Gobierno de estos bancos surgidos de las cajas de ahorros y que ahora salen a Bolsa? ¿Serán los directivos quienes, en la práctica, seguirán tomando todas las decisiones? 

Por su parte, el presidente de Bankia ha anunciado que en su caso el dividendo será del 50%, un compromiso que no ha sido incluido en su folleto, que tampoco realiza una estimación de beneficios. Además, los directivos de Bankia han anunciado una rentabilidad por dividendo del 7%, una afirmación que parece demasiado optimista y enfocada a la venta de sus acciones, pero nada garantizable si nos atenemos a la inestabilidad del sistema financiero, y que podría actuar como publicidad engañosa para muchos consumidores de no cumplirse finalmente.

 Lo que hay detrás 

Pero, por encima de todo, lo más importante es tener claros los riesgos y, para ello, es de vital importancia saber cuál es la situación económica y financiera de aquello en lo que queremos invertir. Así, hay que tener en cuenta los ratios de solvencia (que miden la capacidad de una empresa para hacer frente a sus obligaciones de pago): el de Bankia se sitúa en un 8,03%, el coeficiente de solvencia de Banca Cívica es del 12,24% y el de CaixaBank, del 11%.

También hay que tener en cuenta las tasas de morosidad, que indica los niveles de incumplimiento en el pago que sufre la entidad financiera. En el caso de Banca Cívica, ésta es del 4,9%, aunque se registran diferencias importantes dentro del grupo, desde el 3,39% de Caja Navarra hasta el 7,12% registrado por Cajasol. Por su parte, la tasa de morosidad de Bankia se sitúa en torno al 6,3% y la de CaixaBank, en el 3,95%.

 La inestabilidad de Bankia 

Si vamos a las cifras concretas, la deuda de Bankia se sitúa en 209.844 millones, mientras que sus depósitos ascienden a 152.039 millones, lo que implica que 57.805 millones de la deuda no están cubiertos por ningún activo, lo que podría generar importantes inestabilidades.

A esto hay que sumar la alta exposición de Bankia a la evolución del mercado inmobiliario español, ya que los préstamos hipotecarios son uno de sus principales activos y suponen el 45% de su cartera de créditos. Los créditos a promotores inmobiliarios ascienden a 32.950 millones de euros, de los que un 16,5% (en torno a una sexta parte) están en riesgo de impago.

 Unidos, los pequeños ahorradores van a tener un peso muy importante en estos nuevos bancos, en muchos casos mayor que la de todos los grandes inversores juntos. Reivindiquemos nuestros derechos. 

Por si todo esto fuera poco, a partir de agosto Bankia pasará a cobrar 2 euros de comisión a aquellos clientes cuyo saldo medio no supere los 2.000 euros. ¿Qué tiene esto que ver con la oferta pública de suscripción de acciones? Pues que todos los inversores deberán abrir una cuenta corriente y una cuenta de valores en la entidad que presente su mandato o solicitud y, aunque la apertura y cierre de la cuenta deberá estar libre de gastos, sí se les aplicarán las comisiones de mantenimiento, según se especifica en el folleto de la OPS. Por tanto, si está usted decidido a invertir, es mejor que primero se informe bien sobre las comisiones que va a tener que pagar por ello.

 La mala gestión de Banca Cívica 

Por su parte, Banca Cívica contaba con unos activos de 71.374 millones de euros a 31 de diciembre de 2010 y una cartera de créditos que ascendía a 50.313 millones de euros. En general, podría decirse que Banca Cívica es uno de los bancos con una razonable tasa de morosidad y una cómoda posición de liquidez, pero también es la entidad con peor gestión, con una ratio de eficiencia del 70%, lo que significa que gasta 7 de cada 10 euros que ingresa, mientras que la media del sector es del 40%.

Además, una parte significativa del negocio de Banca Cívica se encuentra ligada al mercado inmobiliario español. Así, a finales de 2010, los préstamos hipotecarios constituían el 71% de su cartera de préstamos. Esto que implica que la sociedad está expuesta a las variaciones de precio de los bienes inmuebles y aumenta el riesgo de impago.

 CaixaBank, a la baja 

En cuanto a La Caixa, se estrenaba en Bolsa el 1 de julio, convirtiendo a Caixabank en la primera caja que cotiza. Sus activos suman 265.000 millones de euros y en su primer día en Bolsa, sus acciones (que fueron incluidas en el Ibex 35) bajaron un 1,1% pese a las subidas iniciales, cerrando con un valor de 4,7 euros. En este sentido, no hay que olvidar tampoco que, en el periodo en el que CaixaBank operaba con el nombre de Criteria, sus accionistas llegaron a perder un 40% de lo invertido.

La Caixa dejó la mayor parte de sus activos inmobiliarios, en torno a unos 4.000 millones de euros, fuera de Caixabank y los integró en Caixaholding, en concreto en torno a una entidad denominada Servihabitat, en un intento de no incluir el ladrillo en la nueva sociedad en Bolsa, para dar una sensación de mayor seguridad ante un posible estallido de la burbuja inmobiliaria en España, aunque en la práctica el riesgo sigue estando ahí, ya que ambas pertenecen al mismo grupo empresarial.

 Nos hemos ganado la participación 

Por detrás de los datos, subyacen además algunos interrogantes sin respuesta que caen, una vez más, de los intereses de la banca. Así, por ejemplo, resulta extraño que los clientes de toda la vida, esos con cuyos ahorros se ha constituido el capital de las cajas de ahorros, deban ahora pagar para participar del negocio financiero de su caja de siempre y, lo que es más, en las mismas condiciones que el resto. ¿No merecen una recompensa a sus aportaciones? ¿Ni siquiera un mísero descuento en el precio que reconozca su aportación y su importancia en el recorrido histórico de las cajas de ahorros? No deberíamos olvidar que las cajas de ahorros no deberían actuar como bancos y que su origen y su finalidad deberían ser bien distintos, no solo enfocados a ganar dinero.

Y, continuando en la importancia que se le va a dar a la participación de los pequeños ahorradores, ¿cómo va a ser el Gobierno de estos bancos surgidos de las cajas de ahorros y que ahora salen a Bolsa? Además de los derechos económicos, las acciones conllevan también unos derechos políticos, de voz y voto en las reuniones de accionistas que deberían influir en las tomas de decisiones de los consejos de administración. Pero, ¿realmente esto va a ser así o serán los directivos quienes, en la práctica, seguirán tomando todas las decisiones? ¿o quizá solo sean tenidas en cuenta las opiniones de los grandes inversores y se desestimen las de los pequeños ahorradores? No deberíamos dejar que eso suceda, puesto que, unidos, estos pequeños ahorradores van a tener un peso muy importante en estos nuevos bancos, en muchos casos mayor que la de todos los grandes inversores juntos. Reivindiquemos nuestros derechos.

 

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