Desde hace años la banca trata de retorcer al máximo su capacidad de obtener beneficios a costa del consumidor. Ya no sirve con hipotecas abusivas, créditos carísimos o comisiones por doquier que, de una u otra forma afectan a la totalidad de los ciudadanos. La tendencia de la banca en los últimos tiempos es ofrecer productos financieros complicados y propensos al riesgo como si fueran simples productos de ahorro. Uno de ellos son los «estructurados», que son vendidos como una gran oportunidad de obtener elevada rentabilidad sin riesgo. Sin embargo, la realidad es otra: inversión especulativa basada en activos subyacentes o evolución de índices (Bolsa, por ejemplo) todo ello con una componente variable y volátil que no garantiza las ganancias prometidas. Otro producto nada recomendable para el pequeño ahorrado, como ya ocurriera con las convertibles o las preferentes.

 Cómo inducir a comprarlo diciendo medias verdades 

En el folleto informativo de Morgan Stanley, en la misma página se puede leer “capital no garantizado” y “Garantía: producto estructurado que garantiza el capital invertido a vencimiento”. ¿En qué quedamos?
Se vende como un producto óptimo que “multiplica rentabilidades si se cumple el escenario previsto”. El uso artificioso del lenguaje es extremo: no se multiplican las rentabilidades. Lo que ocurre es que se paga el rendimiento pactado si se cumplen tales escenarios. Asegura que el producto estructurado “ofrece normalmente una rentabilidad superior a las inversiones sin riesgo”. Esto sólo es así si se cumplen unas complicadas condiciones… en caso contrario directamente puede haber graves pérdidas, cosa no informada en ningún momento.

 Rentabilidad muy condicionada y riesgo de pérdidas 

El producto se basa en la evolución de la cotización de Fortis, BBVA y Barclays. Si pasado un año de la fecha de inicio los tres valores cotizan por encima del 90% del nivel de referencia, se obtiene un 17% de rentabilidad y se cancela el producto devolviendo el capital inicial. Si cotizan entre el 50% y el 90%, se obtiene el 17% y se prolonga por un año más. Si alguna de las tres acciones cotiza por debajo del 50% no se obtiene cupón y se prolonga un año más. Si no se cancela anticipadamente y se llega a la fecha de vencimiento, se obtiene un 117% de lo invertido si las tres acciones cotizan por encima del 50%. Si alguna está por debajo del 50% el inversor recibe capital equivalente a la peor acción. Esto significa que si al final del periodo la peor acción vale un 20% del valor inicial, el inversor recibe al vencimiento del producto un 20% del capital invertido.
¿Dónde está el truco? En los valores en los que se basa el producto estructurado: BBVA, Barclays y Fortis. Este último banco fue rescatado por el gobierno belga apenas unos meses después de venderse el producto. Debido a su desastrosa situación ha perdido, a efectos del producto estructurado, un 92% del valor en bolsa. Ello ha provocado que en el primer año no se haya pagado cupón de rentabilidad. Si en estos momentos venciera el contrato, el inversor que hubiera “apostado” 30.000 euros a este peligroso juego recuperaría menos de 3.000. ¿Acaso no sabía Morgan Stanley la situación de Fortis? Sin duda, aunque la publicidad de Morgan habla de un banco “muy fuerte a nivel mundial” y que los “analistas consultados” recomiendan mayoritariamente “comprar el valor”. ¿Qué analistas? Información tendenciosa para inducir a comprar un producto nocivo para el cliente y muy beneficioso para la banca.

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