Con la finalización del periodo vacacional por excelencia en España aumentan las necesidades económicas de cientos de miles de familias en nuestro país. Los gastos de las vacaciones, llenar la despensa tras el descanso estival, la vuelta al colegio de los niños (material escolar, matrículas, comedores…) son gastos que muchas familias no pueden soportar y, quizá, tengan que recurrir al crédito.
La opción más habitual por la que optan estas familias es pedir un crédito al consumo en una entidad financiera, que en España es un 72% más caro que en la media de la Eurozona. Pero también recurren tanto a los micropréstamos y créditos rápidos como a las tarjetas de crédito, opciones que están ganando enteros por momentos, por lo que las analizaremos a continuación.
Los riesgos de abusar de la tarjeta
Hay dos tipos fundamentales de tarjetas bancarias: las de débito y las de crédito. La gran diferencia entre las dos es que la de crédito posibilita hacer una compra a pesar de que no haya dinero en la cuenta corriente o, incluso, estemos en números rojos. Eso sí, entonces la entidad financiera nos cobrará un interés sobre el importe gastado porque, en realidad, nos está concediendo un crédito… Los intereses que se aplican pueden llegar incluso a superar el 25 % TAE.
Además, las tarjetas de crédito también permiten sacar dinero en cajeros automáticos aunque, en realidad, no tengamos dinero en la cuenta. Por ello los bancos cobran una comisión. Y no es moco de pavo ya que el coste va del 5% de lo sacado que cobran Banco Santander o Liberbank al 2% de Deutsche Bank y Triodos Bank. Si, además, hemos sacado el dinero en un cajero automático propiedad de un banco diferente al nuestro, las comisiones varían del 6,5% de Cajamar al 3% de ING Direct según datos del comparador de comisiones de ADICAE.
Pero todavía hay más costes, porque las tarjetas de crédito tienen además unas comisiones de mantenimiento y administración, que se cobran anualmente y van de los 70 euros de Banco Mediolanum a los 28 de Triodos Bank.
Cuidado con las ‘tarjetas revolving’
Otra vía nada aconsejable son las tarjetas ‘revolving’. En primer lugar, hay que aclarar que el término ‘revolving’ no define un tipo de tarjeta, sino una modalidad de pago de las tarjetas de crédito emitidas por los propios bancos o por cadenas de distribución (como Alcampo o El Corte Inglés): más allá del señuelo de ser teóricamente ‘gratuitas’ y de aportar supuestos beneficios en forma de descuentos en tiendas, grandes superficies, gasolineras, etc., las tarjetas ‘revolving’ permiten el pago íntegro o el pago aplazado de una cantidad fija o un porcentaje de la deuda, pero con unas condiciones abusivas y desproporcionadas, por lo que hay que tener sumo cuidado.
Bajo el cebo de permitir aplazar los pagos y así disponer de un remanente de dinero para ‘llegar a fin de mes’, así como de un plazo indefinido para hacer efectiva la devolución de la cantidad adeudada, el consumidor acaba pagando de forma prácticamente indefinida el crédito o las compras: la cantidad abonada cada mes se destina básicamente a pagar intereses pero muy poco a amortizar el capital pendiente. Lógicamente, el banco o el establecimiento consigue ‘amarrar’ un cliente mediante un pago mensual fijo que a la entidad no le conviene que sea cancelado. Y más teniendo en cuenta que las tarjetas analizadas por ADICAE marcan una TAE de hasta un 30 % y nunca inferior al 21 %, un interés usurario.
Evite los créditos rápidos
Otra opción a la que recurren cada vez más familias son los créditos rápidos, también llamados minipréstamos, minicréditos, préstamos rápidos… muchos nombres para una misma trampa que, por desgracia, está en auge. El Banco de España indica que el saldo de estos préstamos subió en junio hasta los 40.572 millones de euros, aumentando un 2,9% respecto al mes de mayo. La subida ya alcanza el 12% desde comienzos de año.
Este tipo de créditos suelen estar destinados a personas que necesitan dinero urgentemente, incluso menos de 200 euros (por debajo de esta cantidad se escapa a la regulación de la Ley de Contratos de Créditos al Consumo). La publicidad de estos créditos se dirige a grupos de personas especialmente vulnerables a los abusos financieros, con un bajo nivel de estudios, inmigrantes, jóvenes, personas de la tercera edad, desempleados o familias con pocos ingresos.
Una de las características de los créditos rápidos es la facilidad para conseguirlos, en menos de 48 horas en la mayoría de los casos. Suelen venderse telefónicamente o por Internet y habitualmente el consumidor tiene de 3 a 72 meses para devolver el dinero. Se comercializan bajo cebos publicitarios como “tu dinero en 10 minutos”, “sin papeleo”, “fácil de devolver”…, pero obviando que la Tasa Anual Equivalente (TAE) suele estar por encima del 20% en la mayoría de los casos, llegando incluso al sangrante 4.000 % TAE si no se van pagando las cuotas a tiempo. Es decir, un crédito de 300 € puede acabar convirtiéndose en una deuda de 3.000 € si arrastramos impagos.
Son intereses que se podrían considerar usurarios si realmente se aplicara la Ley de Represión de la Usura, una ley de 1908 y que fue revisada el 8 de enero de 2001. En su artículo 1 indica claramente que “será nulo todo contrato de préstamo en que se estipule un interés notablemente superior al normal del dinero (actualmente 3% según el Banco de España) y manifiestamente desproporcionado con las circunstancias del caso o en condiciones tales que resulte aquél leonino, habiendo motivos para estimar que ha sido aceptado por el prestatario a causa de su situación angustiosa, de su inexperiencia o de lo limitado de sus facultades mentales”.
Todos aquellos consumidores que quieran recurrir al crédito para financiar sus gastos de consumo deben tener muy claras las condiciones de dichos créditos, la cuota mensual y el precio final del crédito. Para ello, la mejor herramienta es el simulador de créditos al consumo de ADICAE, totalmente independiente de cualquier entidad financiera, o contactar con cualquiera de las oficinas de la asociación.
Una buena planificación y posterior control de los gastos también ayuda: a diferencia del dinero en efectivo, el dinero de los créditos o de las tarjetas, aunque no lo toquemos ni lo veamos, sí se nota en nuestra cuenta y acaba siendo la principal fuente de deuda de los ahorradores, al margen de gastos fijos como la hipoteca o los recibos.