¿Son los consumidores españoles debidamente informados de la presencia de alimentos transgénicos en la cadena alimentaria?
Los consumidores estamos indefensos frente a los transgénicos, ya que la mayoría de los cultivos transgénicos se destinan a la alimentación animal, y los productos derivados de estos no tienen la obligación de etiquetarse como “alimentados con transgénicos”. La carne, los huevos, los lácteos y los peces de acuicultura que habitualmente nos encontramos en las tiendas han sido alimentados con transgénicos, por lo que indirectamente nos estamos alimentando de ellos. Solo hay obligación de etiquetar como “modificado genéticamente” los alimentos en los que alguno de sus ingredientes supere el 0,9 % de transgénia (dicho porcentaje de transgénia carece de base científica, se puso aleatoriamente). Si los productos transgénicos no están etiquetados como tales, difícilmente el consumidor puede ejercer su derecho de poder elegir libremente lo que come.
¿Los transgénicos son malos ‘per se’ o es una cuestión del modelo que conllevan?
Hay numerosos estudios que alertan de la nocividad de los mismos, tanto para los consumidores como para el medio ambiente. No solo por la modificación genética a la que han sido sometidos sino por el modelo agrícola que promueven, ya que la mayoría de los transgénicos que se cultivan a nivel mundial han sido modificados genéticamente para ser resistentes a un herbicida, el glifosato, el cual recientemente ha sido incluido por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud, en el grupo de sustancias «probablemente carcinógenas para humanos». La IARC alerta además de cómo el uso del glifosato ha aumentado notablemente con la expansión de los cultivos modificados genéticamente.
¿Quién gana y quién pierde con los transgénicos?
Los cultivos transgénicos llevan asociados unos “paquetes tecnológicos” compuestos por semillas y agroquímicos. Seis empresas a nivel mundial controlan el 100 % del mercado de las semillas transgénicas; esas mismas compañías controlan también el 76% de las ventas de agroquímicos a nivel mundial y el 75% de la investigación del sector privado sobre mejoramiento fitogenético. Es fácil deducir que cuantos más agroquímicos y más semillas transgénicas vendan más beneficios económicos tendrán, de ahí que antepongan sus intereses económicos a los intereses generales.
En Europa los transgénicos encuentran cierto rechazo institucional y social, pero cada vez se dan más pasos hacia su implantación. ¿Existe la posibilidad de verlos ‘normalizados’ aquí como ocurre en EE.UU?
En Europa ha prevalecido el principio de precaución, protegiendo a los consumidores y al medio ambiente. Únicamente se cultivan transgénicos a gran escala en España. En EE.UU los transgénicos no están normalizados, hay un movimiento social y científico muy fuerte en contra de ellos, de hecho hay varios Estados que han promulgado leyes obligando su etiquetado, pero de momento la agroindustria ha conseguido frenar dichas iniciativas.
¿Qué ejemplos hay de implantación de transgénicos en el mundo?
La mayoría de los transgénicos cultivados a nivel mundial son el maíz, la colza (o canola), la soja y el algodón resistentes al herbicida glifosato. Alrededor del 80% de la producción de cultivos transgénicos sigue restringida a cuatro países: Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina. Ha habido intentos de introducir estos cultivos en China (arroz transgénico) e India (berenjena transgénica), pero ambos han fracasado por el rechazo social que suscitan. Hay quienes justifican los transgénicos en aras de “acabar con el hambre” en el planeta, pero la realidad es que los cultivos modificados genéticamente no alimentan al mundo: el 99% de los agricultores no los cultivan, y el 97% de la superficie agrícola mundial sigue libre de ellos.
¿Qué pueden hacer los consumidores para evitar consumir transgénicos?
En primer lugar leer las etiquetas de los productos antes de comprarlos y sin lugar a dudas apostar por los productos ecológicos, ya que estos son los únicos en los que se garantiza la ausencia de transgénicos. También puede servir de ayuda la “Guía roja y verde” editada por Greenpeace, en la cual las empresas hacen una declaración de intenciones sobre si sus productos contienen o no transgénicos, las marcas que no contienen ingredientes transgénicos aparecen en verde y las que sí los contienen aparecen en rojo.