Con el Euribor cerrando agosto en el 0,54% y los tipos de interés del Banco Central Europeo en el 0,5%, debería fluir el crédito de una manera responsable hacia aquellas familias que lo necesitasen. Todo lo contrario. Según datos oficiales del Banco de España el volumen total de créditos al consumo concedidos a las familias españolas se sitúa en 30.553 millones de euros. Desde 2007, ‘año cero’ de la llamada crisis económica, las familias se han desprendido de 26.023 millones de euros de su deuda en créditos al consumo.

Esto debería notarse. La banca, teóricamente, debería mostrar más predisposición para otorgar préstamos al consumo a las familias. Sin embargo no lo está haciendo. Y es más, los créditos concedidos por la banca española son, de media, mucho más caros que los que las entidades de crédito ofrecen en la Eurozona. Según el Banco de España, mientras en España se paga un tipo de interés medio del 9,58% en las operaciones a plazo entre 1 y 5 años -las más comunes-, en la Eurozona el tipo de interés baja hasta el 6,02%.

 Intereses usurarios 

Son intereses que se podrían considerar usurarios si realmente se aplicara la Ley de Represión de la Usura, una ley de 1908 y que fue revisada el 8 de enero de 2001. En su artículo 1 indica claramente que “será nulo todo contrato de préstamo en que se estipule un interés notablemente superior al normal del dinero y manifiestamente desproporcionado con las circunstancias del caso o en condiciones tales que resulte aquél leonino, habiendo motivos para estimar que ha sido aceptado por el prestatario a causa de su situación angustiosa, de su inexperiencia o de lo limitado de sus facultades mentales”.

De esta manera, siguen siendo los consumidores los grandes paganos de la crisis de liquidez y solvencia por la que sigue atravesando la banca española, que sigue necesitando engancharse al grifo del crédito que otorga el Banco Central Europeo, que destina prácticamente el 33% de sus préstamos a las entidades financieras españolas.

No obstante los consumidores parecen haber aprendido la lección y están controlando mucho más sus deudas que en la época de las burbujas inmobiliaria y del crédito. En líneas generales es posible vivir sin créditos por lo que, si alguna vez se reabre el grifo, los consumidores deben estar preparados para pedirlos sólo cuando sea realmente necesario y con el objetivo único de poder vivir un poco mejor y cubrir las principales necesidades.

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