El año 2007, el último pre-crisis, cerró con un volumen de crédito dudoso en las entidades financieras españolas de 16.250 millones de euros, según el balance del Banco de España. Cinco años y medio después, en mitad de una recesión que no se suaviza, este montante de préstamos de cobro difícil se ha multiplicado por diez, supera los 163.000 millones de euros y mantiene una evolución negativa que marcó máximos a mediados de 2012 pero que se está corrigiendo muy lentamente a pesar de los esfuerzos enormes de los consumidores por atender a sus pagos y de que se ha cerrado el grifo de la concesión de nuevos créditos en España.

Lo cual confirma que la banca ha caído en su propia trampa, esa espiral de crédito irresponsable y condiciones abusivas que le ha estallado con el advenimiento de la crisis y cuyas consecuencias, sin embargo, está cargando sobre los hombros de los consumidores. Los dudosos alcanzaron su récord, su máximo, a lo largo del otoño del año pasado, superando los 190.000 millones de euros en el pasado mes de noviembre. Operaciones como las inyecciones públicas de liquidez y los trasvases de activos inmobiliarios desde la banca al Sareb estatal han podido maquillar estas cifras que, aún y así, continúan oscilando alrededor del 10% del volumen total de créditos vivos en nuestro país.

 Menos crédito que nunca 

Y eso que este global de créditos concedidos y vigentes no ha parado de caer desde que comenzó la recesión, fruto del cierre del grifo crediticio y de los esfuerzos de los ciudadanos por cumplir sus obligaciones, fenómeno que demuestra la madurez y el espíritu crítico que viene alcanzando el ciudadano y que aún debe seguir cultivándose. Así, la crisis comenzó con un total de 1,75 billones de euros en préstamos vivos, que a marzo de 2013 habían disminuido hasta 1,56 billones. Un descenso de un 12% que contrasta con la multiplicación de los dudosos; en 2007 el porcentaje de dudosos sobre el total era de menos del 1%. Hoy en día supera el 10%.

Alarmante evolución que no va a corregirse echando los esfuerzos de corrección sobre las espaldas de los consumidores, que son la única parte de esta ecuación que está cumpliendo con sus obligaciones aún a riesgo de pasar sus días por debajo del nivel de subsistencia. Sólo la verdadera asunción de responsabilidades por parte de los responsables financieros y la eliminación de cláusulas abusivas que encarezcan las cuotas de los deudores permitirán que la economía real cumpla con sus compromisos, sanee de manera natural los balances bancarios y ayude a la recuperación económica. Eso sí, la espiral de la irresponsabilidad y el beneficio especulativo deben acabar, por supuesto.

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