El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha confirmado los peores presagios para las cajas de ahorros solventes: deberán desprenderse, en su gran mayoría, de sus filiales bancarias recientemente creadas. Y eso a pesar de que las condiciones del rescate europeo al sistema financiero español no implican la obligación de que todas deban hacerlo.
Esta imposición del Ministerio de Economía afectará a La Caixa, que posee el 60% de Caixabank, y a las tres cajas vascas, que son dueñas de la totalidad de Kutxabank, entre otras entidades. ¿Cómo? ¿Cuándo? El proceso de venta de acciones vendrá marcado por las negociaciones que ya tiene en marcha el Gobierno con las autoridades europeas. Ahora el Gobierno abocará a las cajas de ahorros, previsiblemente, a convertirse en fundaciones de carácter especial y tendrán que poner en marcha un plan para reducir drásticamente sus estructuras.
La bancarización de las cajas de ahorros ha pervertido cualquier pequeño atisbo de crear unas entidades mínimamente sociales. Durante los últimos años las cajas de ahorros han funcionado como la peor versión de los bancos tradicionales, amparadas por una ‘obra social’ y un régimen de funcionamiento tenido por ‘democrático’ pero totalmente manipulado.
Así, las cajas han crecido sin una personalidad financiera propia que las distinguiese de los bancos, entrando en el juego de la especulación. Ahora están pagando las consecuencias. Es necesario que las cajas que sobrevivan a esta purga den un giro completo a su actuación en todos los ámbitos.
Las cajas de ahorros que sigan funcionando a partir de ahora como tales deberían contribuir claramente en el desarrollo del tejido económico y social del territorio en el que se encuentren, y no poner palos en las ruedas del desarrollo familiar mediante todo tipo de productos tóxicos, como han venido haciendo en los últimos lustros. Ahora más que nunca la ciudadanía debe acercarse a las cajas de ahorros y exigir su democratización.