De hecho, “la propia celebración de este juicio es la demostración de la vergüenza de unas instituciones que no han querido, podido o sabido dar solución a un fraude masivo que a día de hoy hace que casi la mitad de los preferentistas de Bankia sigan esperando la devolución de sus ahorros”, ha afirmado Fernando Herrero, secretario general de ADICAE.
Las cifras son claras: pese a que Bankia intente dar por resuelto el caso presumiendo de que ha devuelto el dinero a 165.000 personas –28.000 de ellas tras ‘arrastrarlas’ por los juzgados-, el injusto arbitraje de sus preferentes ha dejado sin solución a al menos más de 110.000 ahorradores, excluidos por criterios tan absurdos como tener estudios o haber depositado más de 10.000 euros.
Para ADICAE, “el juicio ha acreditado sobradamente el fraude masivo, y más después de que en la primera vista el tribunal dejara claro que el caso requería una solución colectiva pese a la insistencia de Bankia de individualizar caso por caso”.
Las pruebas ratifican la trama organizada
En esta segunda vista ADICAE ha aportado al juez la sentencia de preferentes de La Caja de Canarias, que se suma a la de subordinadas de Caja Madrid -entregada en la vista del 14 de julio-, ambas ganadas por esta asociación a Bankia por productos tóxicos casi idénticos al juzgado este lunes. Además, Bankia ha tenido que entregar a petición de ADICAE el argumentarlo comercial y el sistema de bonus.
Estas pruebas ratifican aún más que se trataba de “una trama organizada y premeditada desde la alta dirección, que vendió en masa las preferentes a pesar de saber que su calificación había sido reducida y de que el producto estaba a la altura de un bono basura”.
Sin realizar los test de idoneidad pero con malabares lingüísticos del tipo “sin vencimiento definido”, se ocultaba al cliente que contrataba un producto tóxico a perpetuidad bajo el cebo de “un rendimiento muy atractivo”, pero sin aclarar que este quedaba condicionado a que la entidad obtuviera beneficios, algo imposible dada su situación. Incluso los riesgos se ocultaban a los propios comerciales.