En 2007, el año previo al estallido de la crisis económica actual, el INE estimaba que el 28% de la población española, alrededor de 13 millones de personas, manifestaba dificultades o muchas dificultades para llegar a fin de mes. Era la última encuesta de Condiciones de Vida que elaboraba el organismo estadístico antes de que estallase la crisis financiera. 2008 vivió el primer gran impacto; ese porcentaje se disparó al 34%, un tercio de la población del país, 15 millones de personas que ya manifestaban dificultades reales que en muchas ocasiones les impedían atender todos sus pagos y sus necesidades básicas. Comenzaba entonces la rueda del sobreendeudamiento.
El comportamiento del consumidor en España no ha podido ser más responsable a partir de entonces. Ante la crisis y los abusos, los consumidores respondieron rebajando su volumen de deuda y tratando de ahorrar lo máximo posible. Fruto de esos esfuerzos, la deuda de las familias se ha reducido un 10% en los últimos cuatro años, y el volumen de depósitos ahorrados por las familias ya es la mitad de todo el montante de depósitos que tienen las entidades financieras. Pero este esfuerzo no está siendo suficiente; crisis y abusos han causado que la renta disponible de las familias en España se haya reducido un 10% desde el inicio de la crisis.
Y los resultados no han tardado en aparecer. Esos 15 millones de consumidores con dificultades para llegar a fin de mes han pasado a ser ya 18 millones en el avance de 2013 recientemente publicado por el INE. Se trata ya del 38% de la población española, más de un tercio de los ciudadanos, a los que se añaden otros 12 millones que manifiestan «cierta dificultad» para llegar a fin de mes si bien no ven comprometido su equilibrio presupuestario. Al menos de momento.
La espiral del sobreendeudamiento
En otra muestra del comportamiento responsable del consumidor, la llegada de las ‘vacas flacas’ supone una total reorientación de las prioridades de gasto de los españoles. Así, esos 18 millones con dificultades, víctimas en su mayoría de una severa disminución de sus ingresos, deben recortar gastos comenzando por lo más accesorio, los gastos variables, ocio, vestido y calzado, cultura… Una vez minimizados estos, llega el momento de optimizar gastos básicos como la comida, a la que cada vez se destina menos presupuesto. Reducen uso de energía, de transporte, de telecomunicaciones… Y así tratan de sobrevivir, esperando que mejore la situación.
Lo que ocurre es que esa mejora no llega, los gastos se van acumulando, los ingresos no mejoran, y esos consumidores con problemas para afrontar sus gastos empiezan a tener que echar mano de otras fuentes financieras. La encuesta del INE confirma que el 9,2% de los españoles ya han tenido que dejar de abonar alguna factura básica relacionada con su vivienda, bien alguna cuota hipotecaria, o alguna mensualidad del alquiler, o algún recibo de luz, gas, agua… Es casi el doble de lo que se confesaba en 2007, y supone ya un drama para millones de familias que se ven abocadas al sobreendeudamiento, la deuda perpetua y la pérdida de todo futuro económico.
Están a punto de perder su patrimonio, si no lo han perdido ya. Las entidades financieras no tienen reparo alguno en insistir con sus abusos y sus malas prácticas tendentes a entramparlos más si cabe. Y surgen financieras, chiringuitos, productos de crédito inmediato y puntual que suponen una solución a corto plazo a unos costes y con unas condiciones que aseguran un empeoramiento de la situación de estos consumidores de cara al futuro. Sin una actuación decidida de los legisladores, que tenga como prioridad el coto a estos abusos crediticios y bancarios no habrá salida de la crisis para un porcentaje cada vez mayor de la población.