La Comisión Nacional del Mercado de Valores ha celebrado esta semana un encuentro digital que le ha servido para recordar su Encuesta de Competencias Financieras. El muestreo, que realizó entre 2016 y 2017 más de 200 preguntas entre población adulta de todo el territorio español, tenía como objetivo medir el conocimiento del consumidor sobre conceptos económicos y financieros básicos, así como su capacidad de ahorro y tenencia de productos financieros.

Los resultados de dicha encuesta revelan que casi el 100% de los encuestados posee cuentas corrientes, y que los siguientes productos financieros más comunes son las tarjetas de crédito (58%), seguidos de las hipotecas (32%), seguros de vida (31%), y cuentas de ahorro (28%). Menos frecuente es la inversión en acciones (14%), fondo de inversión (9%) y los activos de renta fija pública y privada (2%). Esto es, préstamos y créditos suponen un peso mucho mayor que productos de ahorro e inversión en la cesta financiera de los hogares españoles.

Con estos resultados, la CNMV trata de establecer un sesgo formativo en las decisiones financieras de los consumidores. El supervisor señala el porcentaje de ahorradores aumenta a medida que lo hace el nivel de conocimientos financieros, como si ahorrar fuese sólo cosa de gente con conocimientos financieros. Sin embargo, la propia encuesta desvela que los consumidores conceden una importancia muy alta al hecho de ahorrar, independientemente de su nivel de formación económica, pero casi el 40 % de ellos declara no haberlo hecho en el último año.

De lo cual se deduce que más que un problema de educación, lo que se observa con el ahorro es un problema de renta. Otras preguntas del estudio van en esa misma dirección; así, la unidad de convivencia y la situación profesional influyen en la tenencia de activos financieros. Así, las personas que viven solas o en pareja son más propensas a contratar cuentas de ahorro y planes de pensiones, mientras que los que conviven en familias con hijos tienen menos propensión. De hecho, la probabilidad de ahorrar es menor a medida que el individuo tiene más edad y cuando convive con hijos e hijas. En general, las personas que pueden ahorrar optan además por un número muy reducido de activos financieros, que en pocos casos son más de dos.

El estudio apunta cómo los conocimientos financieros influyen en la contratación de diversos tipos de productos de ahorro. En este sentido, los resultados indican que el papel de las competencias financieras no es uniforme en la toma de decisiones financieras, sino que depende del producto financiero contratado, siendo especialmente significativa su influencia en la decisión de adquirir títulos de renta fija y variable de forma directa o a través de fondos de inversión. Esto es, entre los que sí pueden ahorrar algo, la formación económica puede determinar el tipo de producto que se contrata.

Se observa que entre quienes no poseen ningún activo de inversión, hay un 25% con una nota financiera alta o muy alta. En cambio, este porcentaje aumenta hasta un 67% cuando el grupo de encuestados posee tres o más activos financieros distintos. Los resultados alcanzados permiten afirmar, dice la CNMV, que existe una relación de causalidad entre las competencias y las decisiones financieras, y además hace posible establecer la dirección de esta: son los conocimientos financieros los que incrementan la probabilidad de adquirir acciones o renta fija y de participar en fondos de inversión, y no a la inversa.

Pero ese sesgo es minoritario, y no esconde una realidad que la propia encuesta también refleja: más de la mitad de los consumidores desconoce el significado de conceptos económicos básicos como inflación, interés compuesto o diversificación. Ciertamente, en materia de formación financiera, reguladores, supervisores y autoridades financieras deben recorrer un camino largo y contar de manera decidida, con las asociaciones legítimas y representativas como ADICAE. Porque, de lo contrario, se puede pensar que se desea mantener ese conocimiento escaso entre los consumidores para poder responsabilizarles, y culpabilizarles, por no poder ahorrar, porque no ‘saben’ tomar decisiones financieras correctas y ocultar carencias sistemáticas que hacen del actual sistema, un sistema injusto en el reparto de la riqueza y desigual de forma transversal.

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