Los vientos de cambio políticos que se habían atisbado desde las elecciones Europeas de 2014 han degenerado en un espectáculo insulso que ha frenado las expectativas de cambio que se habían generado en nuestro país. A este fenómeno mediático, que pone el foco de atención en los aspectos más frívolos de los candidatos electorales, hay que añadir la deriva hacia un cuatripartidismo que no colma las expectativas de cambio y pretende sustituir al caduco bipartidismo por un régimen que deje todo prácticamente como está. En esa dialéctica entre la vieja política (representada por los partidos tradicionales) y la nueva, se corre el riesgo de que las modernas vías de participación y las renovadas propuestas se queden en mero formalismo que perpetúe las pautas políticas de siempre, y todo quede en mero cambio cosmético.
Política pop-espectáculo
Cuando los grandes medios de comunicación descubren que la política crea audiencia y los políticos se dan cuenta de que pueden llegar a grandes audiencias, la conversión de los ciudadanos en meros consumidores pasivos y acríticos está servida. Frivolidad, folklore y surrealismo se dan cita en una mezcolanza donde los políticos bailan, tocan la guitarra, se encaraman a molinos de viento o hablan de su vida privada. En medio se cuela algún eslogan político deshilvanado que parece fuera de contexto.
Porque el producto es el personaje, no las políticas que propone. Un mensaje de personalismo individualista y anecdótico invade nuestras pantallas. No hay argumento ni discurso, es un puro spot publicitario que convierte en mercancía de baja calidad a la política. Aunque no es nada nuevo, esta tendencia ha dado un salto cualitativo a lo que se ha dado en llamar pop política. Y si bien hay debates en los grandes medios centrados en temas exclusivamente políticos, los formatos son un intercambio de ataques al viejo estilo del “y tú más”; y una mera subasta de propuestas electorales donde los candidatos pugnan a ver quién da más.
Las nuevas tecnologías de comunicación pueden ser una buena herramienta para el cambio político
Es evidente que la potenciación de estos canales de comunicación ha intensificado la presencia de una parte de la ciudadanía y los consumidores en la vida social y política, permitiendo su interacción al margen de los grandes emporios mediáticos. Estos canales sociales han tejido una fuerte red de comunicación horizontal en la base social y pueden ser herramientas fundamentales para la transformación social. Sin embargo, con excepciones, los grandes conglomerados de comunicación de masas, más preocupados de hacer negocio y diluir las potencialidades políticas de cambio, utilizan las posibilidades de las nuevas tecnologías para la devaluación de la democracia y la anhelada regeneración política.
La vieja política genera decepción
A ello se une la frustración que provocan entre los electores unos gobiernos que sistemáticamente incumplen sus promesas electorales y se desconectan de la ciudadanía y sus verdaderas preocupaciones. Por contra, quien parece gobernar de verdad es un entramado de poderes en la sombra, sobre todo grandes empresas, que dirigen las decisiones políticas y cortan las aspiraciones de cambio de una sociedad y unas clases populares golpeadas por la crisis y la corrupción. La desilusión que provoca el modelo actual de hacer política genera desafecto en los ciudadanos y se convierte así en un caldo de cultivo perfecto para convertirlos en audiencias ávidas por reírse de sus líderes o aplaudirlos acríticamente, desactivando así todo potencial de cambio político y fomentando por contra la resignación.
La falsa apariencia de la cercanía política
La cultura política del espectáculo, lejos de proporcionar cercanía con la sociedad, es un síntoma precisamente de la distancia entre las máquinas electorales de los partidos y sus bases y electores. Las promesas de participación real a través de verdaderas “primarias” o debates abiertos y directos con la ciudadanía o sus organizaciones representativas, se sustituye por un sucedáneo que evidencian justo lo contrario: distancia y ninguneo.
Lo que los consumidores y ciudadanos esperan es una verdadera política participativa
Es una lástima que la voluntad transformadora y participativa que se coció en las plazas por el 15-M y por un nuevo movimiento consumerista en el que participó activamente ADICAE, desemboque ahora en un modelo mediático que pretende desactivar este potencial transformador. La estrategia dirigista donde el antiguo bipartidismo se reparta ahora entre cuatro, a la espera de ir poco a poco diluyéndose de nuevo en dos.
Los consumidores hemos sido también víctimas del periodismo espectáculo
Este uso banal de los medios de información también lo hemos sufrido los consumidores. Ejemplo de ello es el tratamiento amarillista de grandes fraudes colectivos, como ocurrió con las “preferentes”, las “cláusulas suelo”, los embargos de viviendas, etc., en los que alguna prensa sólo ha buscado la anécdota tremendista y la noticia extrema, sin profundizar ni denunciar la situación y problemática que motiva estos problemas. Como ciudadanos y consumidores críticos debemos analizar este fenómeno, reflexionar sobre él y utilizar nuestro poder como consumidores y nuestro voto para traer un verdadero cambio.
Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías ofrecen muchas posibilidades para una sociedad que aspira a tener una presencia más intensa en las decisiones políticas que le afectan como ciudadanos y consumidores, sin mediaciones interesadas de grandes grupos empresariales y sin la manipulación de nadie, ni siquiera de los partidos políticos, que deben ser un instrumento para la transformación social y económica.
La participación organizada y activa a través de asociaciones que, como ADICAE, representan los intereses de la ciudadanía en diversos ámbitos de sus derechos constituye un elemento fundamental para superar los intentos de manipulación y conformismo pasivo que tratan de imponernos. Sólo así se puede dotar de verdadera fuerza y presencia a una ciudadanía más allá de su mero papel como votantes.