El primero en explicar su posición fue Javier Mompel, Doctor en Medicina, especialista en Medicina del Trabajo. El experto recordó algo, que a veces en estos tiempos que corren se nos olvida, y es que el principal objetivo de la alimentación es evitar el hambre y la sed.

Mompel defendió dos conceptos fundamentales, una la de ‘comer con el pensamiento’ y la otra la de ‘socializar’ la alimentación. ¿Qué quiere decir comer con el pensamiento? Comer de una manera equilibrada, de forma tranquila y en horarios adecuados. “Cuando hablamos de alimentación y salud, si por el medio no tenemos un mínimo de ejercicio físico, un pensamiento positivo, si no buscamos el equilibrio de estar contentos con nosotros mismos, la alimentación acaba siendo deficiente, e incluso patológica”, explicó.

En cuanto a socializar la alimentación, tenemos que pensar que un tercio de la población vive sola, está aislada y no saben cocinar y hacen su propia alimentación. “Tenemos que pensar que el cocinar y aprender a alimentarse tiene que ser una materia de colegio. Debería ser una asignatura obligatoria. Es necesario conocer los equilibrios de los alimentos”.

Ya desde Madrid tomó la palabra Miguel Herrero, científico del CSIC, para hablar de la relación entre ciencia, alimentación y la salud. Este experto destacó que hay dos tipos de enfermedades, las monogénicas, como la enfermedad celíaca, y las que afectan a varios genes y que pueden degenerar en enfermedades cardiovasculares, cáncer o incluso en enfermedades degenerativas. En las primeras la alimentación no puede hacer nada, tan solo hacer una dieta especial que pueda mitigar o eliminar los efectos perjudiciales.

En las segundas dependiendo de cada individuo se pueden desarrollar de formas diferentes y la alimentación puede paliar su aparición. “Es importante tener claro que la alimentación no está para curar, para eso están los fármacos. Lo que hay que llevar es una alimentación que ayude a prolongar la salud, que ayude a evitar la aparición de enfermedades o que mejore en un momento dado”.

“Es difícil decir hoy en día qué tipo de alimentación puede ayudar a prevenir determinadas enfermedades. Estamos dando los primeros pasos en este tipo de investigaciones. Hacen falta estudios en laboratorios y muchos más amplios. Solo de esta manera es posible ratificar y tener una certeza científica para saber los efectos que los alimentos tienen en la salud”, concluyó.

El científico también advirtió de los trucos y las estrategias comerciales que acaba en publicidad engañosa. Puso el ejemplo de los productos con y sin gluten, tan de moda en el debate alimentario hoy en día. “Es falso que la comida sin gluten sea mala. Es beneficiosa para los celíacos pero no para los demás. Lo vemos con un ejemplo. En ocasiones a las lentejas le ponen un etiquetado sin gluten, cuando todas las lentejas no llevan gluten”, explicó.

También desde Madrid expuso sus posiciones Álvaro Goicoechea, de la organización de comercio justo Fairtrade, que tienen adscritas a 1.200 cooperativas que representan a 1,3 millones de productos y benefician a siete millones de personas: “Un movimiento que busca un comercio solidario, alternativo al comercio tradicional, y que busca el desarrollo de los pueblos productos y luchar contra la pobreza”.

Los productos del comercio justo tienen tres pilares fundamentales: el económico, el social y el medioambiental. El económico tiene dos patas, el precio mínimo (aquel que garantiza que el productor no pierde dinero) y la prima de precio (que garantiza que los beneficios se reinvierten en la cohesión social. El criterio social busca que toda cooperativa cumpla con los requisitos de libertad y democracia para decidir dónde invertir del dinero.

El consumidor está cada vez más informado, busca entre otras cosas seguridad sobre el origen del producto, qué precio se ha pagado por él e incluso un valor añadido. “En función de esta formación e información lo que buscamos es que el consumidor tome la opción más responsable posible”, asegura Goicoechea.

Justo después tomó la palabra Luis Velasco, de AUPA (Asociación Unida de Productores Agroecológicos). ¿Qué es la agroecología? “Nos queremos diferenciar de los grandes productores, que no cuidan tanto los aspectos medioambientales. Mantenemos la sostenibilidad de toda la cadena, también cuidando los aspectos sociales, como la economía social con cooperativas o asociaciones, la no explotación laboral, etc”, explicó.

Velasco explicó los cambios que ha detectado en los consumidores durante los últimos años, en especial un especial interés por la transparencia: “La preocupación por los aspectos de salud y por eso buscan alimentos de proximidad, mucho interés en ir a la huerta y ver dónde se hace el producto. Sobre todo hay mucho interés en utilizar la alimentación para la salud. Tienen la percepción de que la alimentación sí que cura”, concluyó.

Desde La Rioja, Alfonso Lacuesta, presidente de la asociación Alimentum, que habló sobre el etiquetado en los alimentos y que debemos exigir los consumidores en los mismos. Es el principal medio de comunicación entre los productores y los usuarios. Lacuesta explicó lo que buscamos en un producto: calidad, composición, origen, valor nutritivo, beneficio adicional para la salud, si cumple con los parámetros medioambientales, su precio, etc.

El experto aseguró que el etiquetado debería ser una herramienta para tener una alimentación saludable y responsable que podría permitir la comparación ya que nos ayuda a la hora de tomar decisiones. Sin embargo, Lacuesta alertó de que no es oro todo lo que reluce: “Muchas veces no informan de todo lo que los consumidores demandan, es más, a veces nos confunden y desinforman. Es más publicidad que información”, explicó.

La última ponente en explicar sus tesis fue María Dolores Raigón, presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. “El tema de la composición de los alimentos nos preocupa mucho. La agroecología es tanto una ciencia como un conjunto de técnicas productivas, pero también un movimiento social que configuramos los consumidores y productores”.

Estudios indican que los alimentos de producción convencional están perdiendo valor nutricional, especialmente en vitaminas y en minerales. Raigón señaló cuatro causas: la pérdida de la fertilidad biológica de los suelos, la sustitución de variedades autóctonas por variades híbridas y comerciales que están optimizadas para tener alto rendimiento pero que dejan de acumular las vitaminas, las recolecciones prematuras y maduración en cámaras, y las grandes distancias que recorren los alimentos desde el origen hasta el destino que les empujan a perder sustancias antioxidantes.

Cerró esta mesa de alimentación, Vega Santos, técnico de la asociación en Toledo, que fue la encargada de explicar lo que ADICAE ha venido trabajando en esta materia. Dos proyectos, uno que trató la ley de envasado, y un manual sobre los cambios en los hábitos de consumo. ADICAE quiere luchar para la gran mayoría de consumidores para que recuperen las riendas y dejar de ser consumidores pasivos: “Las grandes cadenas de supermercados e hipermercados buscan el máximo beneficio al mínimo coste. Nos están diciendo cuánto y qué comemos las multinacionales”, aseguró.

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